Angie Saiz

CATASTRO

2008

Mediante imágenes registradas en el incendio del año 2004 en casa de la artista y la grabación del llamado de bomberos, se constituye la obra. El proyecto de obra contiene dos momentos: una serie fotográfica y una instalación de video. La primera Las imágenes fotográficas corresponden a una serie de 7 fotomontajes realizados a partir del registro de los restos del incendio de una de las casas para el catastro del siniestro, sobre imágenes del soporte interior de un viejo álbum fotográfico familiar. La serie fue impresa en grandes dimensiones e intervino los muros de Galería Bech [Santiago, Chile] en 2008. La segunda consiste en la imagen de un álbum fotográfico que da vueltas sus páginas por sí solo junto a la grabación de la comunicación radial del despacho encontrado en el registro web de la 18° Compañía de Bomberos de Vitacura.

Saiz pasaba revista a sus recuerdos infantiles, en un ejercicio de evocación desgastado por la propia ausencia de otras imágenes con qué contrastarlos, ejercicio marcado por la insistencia y la reiteración propias de la necesidad de no perder -o recuperar- la memoria. En Catastro, la materia prima utilizada para desarrollar la obra se encuentra en una serie de fotografías que esta vez registran las huellas de aquel incendio del año 2004. Nuevamente estas fotos son tomadas por terceros, y en este tic de develar/ocultar la intimidad, la artista exhibe su propio “álbum familiar” de los recuerdos de una tragedia.

Aunque Saiz pretenda lo contrario, los elementos utilizados como materia prima no son una simple excusa material para el desarrollo de la obra: la obra sólo nace y se explica a partir de los contenidos simbólicos, emocionales, subjetivos que portan estos elementos, y que se mueven entre el archivo de la memoria, la revisitación, la biografía.

“Catastro” Video color [3,40 min loop] HD digitalizado desde Hi 8.

 

En Catastro Saiz ha dado un giro en su revisión, transitando desde el universo de lo infantil hacia una experiencia reciente. Por su parte, aunque el mismo título enuncia un recuento que distancia, que intenta neutralizar la emoción (al “catastrar los recuerdos biográficos”), la obra no hace sino develar esas imágenes que, de otro modo, “quedarían escondidas para siempre”, dando cuenta, a su vez, de otro tránsito: al develarlas como imágenes exorcizadas en “obra”, traslada al ámbito del arte aquellas fotografías que no sólo han sido tomadas con una función otra, sino que eluden cualquier identificación autoral.

Soledad Novoa Donoso